Blog.Nov 19, 2021

Baños en espacios públicos, ¿cuánto más hay que aguantar?

¿Le ha pasado que iba visitando una ciudad y de repente ha tenido que utilizar un baño en un lugar público? ¿estaba disfrutando de una tarde soleada en ese parque tan maravilloso y se tuvo que ir antes de tiempo porque no había baños?, ¿O aquella vez que entró en una cafetería y pidió la bebida más barata sólo para poder usar el lavabo?

Todos nosotros hemos necesitado alguna vez un aseo en un lugar público. Sólo que rara vez nos paramos a pensar en ellos, sólo cuando no los encontramos.

Piense ahora en las personas sin hogar, en los trabajadores que pasan la mayor parte del día en la calle, como los colectivos de recicladores, en las personas con incontinencia urinaria, como las embarazadas o los ancianos. Piense en las personas con la enfermedad de Chrons o con diarrea crónica, en las personas menstruantes… Todas ellas dependen aún más de las instalaciones abiertas al público para acceder al saneamiento básico. En muchas ciudades donde los servicios de agua no llegan a todos los hogares, los aseos en lugares públicos pueden ser el único punto de acceso al agua, al saneamiento y a la higiene para las personas más vulnerables.

Aunque existe consenso en que el saneamiento es un derecho humano, su aplicación por parte de los Estados y los gobiernos locales sigue siendo objeto de interpretación, y más aún, cuando hablamos de las esferas más allá de los hogares, como los espacios públicos.

Democratizar el acceso más allá de la planificación urbana

La incorporación de baños en espacios públicos forma parte cada vez más de los proyectos urbanísticos de nuestras ciudades. Los urbanistas y responsables de la toma de decisiones entienden que una ciudad sostenible, verde, amigable y saludable es aquella que proporciona instalaciones seguras y limpias a todas las necesidades de los ciudadanos. Un ejemplo de ello es el proyecto de “baños transparentes” en Tokio (Japón). Mediante diseños innovadores, la ciudad nipona está haciendo que los aseos de varios parques dejen de ser espacios oscuros y opacos para convertirse en una atracción turística.

Sin embargo, el ejemplo de Tokio está lejos de ser la norma. La relatoría de la ONU sobre el Derecho Humano al Agua y al Saneamiento ha planteado la cuestión del saneamiento en otras esferas de la vida fuera del hogar, con el fin de aclarar los requisitos y brindar recomendaciones para las instalaciones de saneamiento en espacios públicos.

Aun así, las características de los baños en espacios públicos pueden ser muy diferentes para responder a las necesidades de los distintos grupos. El baño que puede ser aceptables para un hombre adulto joven pueden no serlo para una mujer mayor. Un turista con prisa puede estar dispuesto a pagar por un uso puntual, mientras que un reciclador puede no estar dispuesto a gastar dinero cada día para satisfacer sus necesidades básicas. Una persona con movilidad reducida tiene muchas más dificultades para acceder a un aseo si no está adaptado físicamente.

Para todas estas personas, los baños en espacios públicos son mucho más que una cuestión de planificación urbana, son una cuestión de salud, higiene y dignidad. Son una cuestión de derechos humanos y deben abordarse como tales. Los servicios de saneamiento no sólo deben abastecer a la gran mayoría, sino servir a cada individuo y a sus diferentes necesidades.

Un enfoque de derechos humanos para el saneamiento

Desde 2018, en el Instituto Internacional del Agua de Estocolmo, en colaboración con el Banco Interamericano de Desarrollo, venimos estudiando el acceso a los aseos en espacios públicos desde una perspectiva de derechos humanos. Hemos revisado la prestación del servicio en diferentes ciudades, incluyendo San José en Costa Rica y Barranquilla en Colombia, en relación con los criterios normativos el enfoque de derechos. Nuestro estudio arroja luz sobre los siguientes retos:

1. Disponibilidad

En la mayoría de los casos, hay un número par de inodoros para hombres y para mujeres, eso sin contar el número de urinarios. Por razones fisiológicas, las mujeres tardan más en orinar que los hombres. Esto suele traducirse en un mayor tiempo de espera para acceder a los aseos de mujeres. Por lo tanto, se debe aumentar el número de inodoros para mujeres, siguiendo la proporción recomendada de 2:1 (mujeres: hombres).

Long queue in front of women's bathroom in Madrid airport
Madrid Barajas International airport, Spain. (Photo: Pilar Avello)

2. Accesibilidad

La mayoría de los países cuentan con normativas relativas al diseño de baños accesibles. Sin embargo, el control para verificar que los baños clasificados como “accesibles” cumplen la normativa es casi nulo. Esto hace que las personas que necesitan estos baños no puedan acceder, lo que supone una gran discriminación.

3. Asequibilidad

La tarifa no es siempre la misma para todos. En algunas ciudades, los urinarios utilizados por hombres son gratuitos y de libre acceso, pero las cabinas con inodoros, utilizadas mayoritariamente por mujeres y personas con movilidad reducida, son de pago. En otros casos, puede haber tarifas diferentes para mujeres y hombres dependiendo de si se necesita orinar o defecar. Todos estos criterios representan importantes discriminaciones. Una iniciativa interesante que las ciudades suelen descuidar es la existencia de mecanismos de pago solidario: los usuarios pueden pagar una cantidad extra por adelantado para cubrir a otra persona que no podría pagar la tarifa.

2 Images showing chargeable toilets: Stockholm, Sweden requiring payment by credit card and San Jose, Costa Rica, charging different fees for women and men
2 images showing chargeable toilets. LEFT: Stockholm, Sweden requiring payment by credit card (Photo: Ivanova Tetyana 7 Shutterstock). RIGHT San Jose, Costa Rica, charging different fees for women and men and for using urinals or stalls (Photo: Pilar Avello / SIWI)

4. Calidad y seguridad

Existen grandes diferencias entre las ciudades. En el caso de América Latina, las infraestructuras suelen ser de baja calidad, sin agua continua ni productos de higiene, a menudo sucias y sin un buen mantenimiento. Esto contribuye a un círculo vicioso en el que, la falta de limpieza impide que la gente utilice los baños en lugares públicos; como apenas se utilizan, los municipios no invierten en ellos; como no hay inversión, la calidad se deteriora. La falta de mantenimiento también puede llevar a que el espacio sea menos seguro y, por tanto, menos utilizado por la población.

5. Aceptabilidad

Una de las grandes cuestiones en términos de aceptabilidad, privacidad y dignidad es la existencia de aseos unisex, lo que permite que las personas no tengan que elegir un aseo en función de su sexo. A nivel cultural, muchas personas expresan estar en contra de los baños unisex, por cuestiones de seguridad o privacidad. Especialmente las mujeres mayores dicen que no se sienten cómodas compartiendo los aseos con los hombres. Sin embargo, para la comunidad LGBTQ+, los aseos unisex podrían proporcionar un espacio seguro para las personas trans, sin obligarlas a elegir un baño en función del sexo. Para resolver este dilema, muchas ciudades han optado por convertir los aseos accesibles en aseos unisex, manteniendo así los aseos no accesibles divididos por sexo, pero ofreciendo un aseo unisex para quienes lo necesiten.

Un futuro con baños limpios y accesibles para todos

En los próximos años profundizaremos nuestro trabajo con las ciudades de San José y Barranquilla para mejorar el acceso a baños en los espacios públicos. Estamos mapeando más de 200 instalaciones en cada ciudad para entender los principales retos y encontrar soluciones. En colaboración con los gobiernos locales, las autoridades de salud pública, los proveedores de servicios, los reguladores y los diferentes grupos de usuarios, estamos diseñando medidas para crear ciudades con servicios de saneamiento más sostenibles, más saludables, más justas e inclusivas. En definitiva, ciudades mejores para todos, donde ya no tengamos que aguantar.

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